sábado, 10 de octubre de 2015

La laguna del olvido

Bajo las turbias aguas de la laguna, se escondía un secreto que solo Anais conocía. Oculta en el fondo, entre restos vertidos por los humanos y sedimento ocasionado por la propia naturaleza, yacía  oculta una esfera de cristal.

Cada noche de luna llena, la esfera emergía a la superficie y flotaba en ella hasta que su energía se renovaba. Después, volvía a su retiro elegido y permanecía en él, hasta tanto no fuese llamada.

La leyenda decía, que tan solo unos cuantos tenían el poder de “llamar” a la esfera. Entre ellos, se encontraba la bisabuela de Anais, que le había transmitido a ella ese poder.

Aquella mañana tranquila y apacible, un carromato llegó al lugar. En él venía una joven familia de circenses, dispuesta a ganar unas monedas. La acogida por parte de los vecinos fue entusiasta. Pero Anais tuvo pesadillas la noche de su llegada. En sus sueños veía la laguna seca, y la esfera, en el fondo, rota en millones de pedacitos.

Despertó sobresaltada y sudorosa y corrió veloz al calendario lunar. Esa misma noche era luna llena. Comenzó a revisar las anotaciones que sus antepasados habían hecho. Buscó especialmente “llegada de extranjeros” entre las viejas páginas. Pero no encontró nada significativo. Estaba absorta en esta tarea cuando a sus oídos llegaron voces y algarabía. Curiosa, se acercó a la ventana y comprobó que la troupe se encontraba en plena actuación en mitad de la calle.

Un niño hacía equilibrios con varias naranjas, lanzándolas al aire y manipulándolas con avidez en una danza sin fin. A su lado, una pequeña realizaba ejercicios de contorsionismo dignos de admiración. Mientras, varios mayores, llevaban a cabo la representación de una obra muy peculiar.

- ¡Hay un poder singular, que el olvido puede provocar! ¡Quien controle ese poder, fuerte debe ser!- gritó uno de ellos disfrazado con una capucha.
- ¡Lo quiero para mí! - gritó otro.
- ¡Lo siento, no podrá ser! - respondía el primero.

Anais observó la escena. ¿Conocían la existencia de la esfera? Se sintió desfallecer. En la representación, la esfera era robada, pero ésta resultaba no tener ningún poder. La realidad era muy distinta. Si la auténtica esfera caía en las manos inapropiadas, podría resultar catastrófico.

Resistió el impulso de ir a la laguna de inmediato, alguien podría seguirla...


Por ello, esperó a medianoche, hora sagrada, y se preparó para partir. Aquella noche era fría, una cruda noche invernal y las gentes de la aldea se habían retirado hacía horas. Si bien la esfera no emergería hasta unas horas después, ella debía realizar un conjuro de protección.

Sigilosa, pasó cercana al lugar donde horas antes estaba el carromato y comprobó que seguía allí. Aun así, con toda la rapidez de la que era capaz, corrió hacia la laguna. Cuando llegó, se escondió entre los árboles y esperó. Justo a las tres y treinta y tres minutos, un brillo conocido le llegó. Flotando, en el centro de la laguna, la esfera giraba y brillaba a causa del agua, y el reflejo de la luna sobre el cristal. Un golpe seco la hizo dejar de ver el hermoso espectáculo y todo se volvió nebuloso.

- ¡Rápido, no hay tiempo! - le pareció escuchar.

Perdió la consciencia. En sus sueños, alguien la movía sin cesar y la llamaba angustiado. Sintió que volvía a la realidad y se descubrió a sí misma tumbada en el suelo. Le habían amarrado las manos y los pies. Poco a poco, pudo enfocar a quién trataba de reanimarla, era el chiquillo que horas antes jugaba con las naranjas y que en este instante, la miraba con cara de pánico.

- ¡Tienes que despertar!, ¡No hay tiempo! ¡Están cogiendo la esfera!- imploraba el chiquillo.

La joven consiguió sentarse a duras penas. Le dolía mucho la cabeza y sintió humedad en el cabello. Intentó gritar, pero no podía. El chiquillo le cortaba las ataduras con un cuchillo. 

- ¿Quién eres?- preguntó débil.
- Eso no importa ahora, sola recordarás lo que necesites.  La esfera está en peligro y solo tú puedes detenerles.

La muchacha vio como una barca se acercaba al centro de la laguna y sintió una opresión en el pecho.

- Anais, tienes que llamar a la esfera, activarla. Es la única forma de que no caiga en sus manos.

La joven se sintió acorralada. ¿Quién era aquél niño? ¿Cómo sabía lo que tenía que hacer? ¿Y si era una trampa?

Un puño invisible y helado apretó su corazón provocándole un dolor inmenso. Alguien había llegado a tocar la esfera y ella lo sentía dentro de sí. Si no procedía de inmediato, ya no podría hacerlo.

Levantó sus ojos a la luna, elevó las manos y entonó un suave cántico, una plegaria. Poco a poco, su cuerpo se volvió frío y transparente, como el agua. Sintió dentro de ella la energía fluyendo, y continuó el cántico. El agua se fue solidificando, y ella transformando en una mujer de cristal.

A la vez, la esfera se reblandeció y se tornó cálida y latente. El extraño que casi la había cogido sintió un escalofrío al tocarla y retrocedió.

- ¡No seas imbécil! ¡Cógela ya! ¡El hechicero nos dijo que nos iba a dar una fortuna por esta bola!
- ¡Mírala! ¡Está viva!

Anonadados, vieron como la bola se transformaba en el cuerpo de una mujer, una ninfa del agua que emergía ante ellos en todo su esplendor. Sus ojos eran enormes y verde azulados, como aguamarinas que brillaban en la noche.

- ¿Quién eres tú? ¿Dónde está la esfera?- preguntó uno de ellos.

La muchacha no habló. Colocó su mano sobre la cabeza del individuo y éste, de pronto enmudeció, los ojos en blanco. El otro aterrado intentó escapar, más no le fue posible. Ella le alcanzó con una rapidez de vértigo. Ambos cuerpos laxos quedaron a merced de la laguna, en la barca, flotando sin más.

La ninfa se acercó a la orilla caminando sobre las aguas. Allí, el muchacho esperaba.

- Ya te recuerdo, hermano.
- Tuve que hacerte olvidar mi recuerdo Anais. ¿Les has matado? - preguntó el chiquillo.
- No. Sólo les he hecho olvidar. No recordarán nada. Esta laguna ya no es segura.
- Nadie sabe que tú eres el espíritu de la esfera.
- Otros volverán Michael. E intentarán apoderarse de mí. El olvido es un arma muy poderosa. La peor. Quien no recuerda, no siente, quien no siente, no padece... Muchos me ansían para borrar el dolor. Otros para apoderarse de lo que no les corresponde. Debo permanecer oculta.
-Así será hermana. Pero recuerda, que por ello estoy yo aquí.

Dicho esto, una segunda esfera emergió a la superficie. Era de un cristal transparente con pequeñas lucecitas en su interior que destellaban.

- El olvido y el recuerdo...
- Tú haces olvidar...  - susurró él.
- Y tú custodias los recuerdos olvidados, pues se olvidaron... pero no dejaron de existir.

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